No tengo más que un par de torpes palabras para darte. Palabras que, entonces, ya no vuelvo ni a decir ni a juramentar. Porque hay palabras que sólo es posible pronunciar entre las lenguas y en ese temblor que la piel ya no abandona. Palabras de un aliento ahora desvanecido que lo miran todo a través del milagroso instante de tu mirada. Que renuncio así al microscopio con el que suelo ver mis penas y tomo prestado tu periscopio de contornos claros. Todo lo contrario del dolor que se repite inválido, el amor que nunca aprende a pronunciarse.
Carlos Skliar.
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